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Las comunidades son protectoras potenciales del patrimonio que se construye a partir de un territorio

Gonzalo Zuluaga López.

Arquitecto, Especialista en Gerencia de Proyectos.
Estudiante de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo, Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales.

Las comunidades se relacionan y comunican a través de elementos que conforman el paisaje y los hacen a la vez afines a su territorio,  de esta manera se conectan internamente logrando que todos sus miembros alcancen una simbiosis que les permite construir un tejido social común. Gómez Álzate  (2010:96), en este sentido anota:

“  En la formación del paisaje, la cultura es el agente, el paisaje natural es el medio, y el paisaje cultural el resultado. Al referirse a los ambientes naturales y culturales interrelacionados, considerados como conjunto, dentro de los cuales el ser humano habita, Mumford habla acerca de la necesidad del ser humano como organismo, y define que su  medio ambiente es la cultura y su cultura se convierte en su medio ambiente”.

Ese tejido se acrecienta, se fortalece y logra permanecer en el tiempo porque se alimenta a diario del  sentido de pertenencia que esa comunidad siente por el territorio donde se asientan sus legados y tradiciones.

El sentido de pertenencia y ese significado de coherencia social que han alcanzado, quienes hoy habitan la región cafetera de Colombia, a partir de cosas que hacen parte de la cotidianidad, como la palabra, el folclor, la comida, como cultivar la tierra  o la manera de habitar, que se experimentan continuamente en el territorio y fortalecen acciones inconscientes de reconocimiento social que potencialmente los convierten en protectores del legado y mas que salvaguardar involuntariamente una tradición, se apropian del sentido de esos elementos para fortalecer sus lazos como comunidad. De esta manera entendemos lo indicado por Lynch (1992:120) al señalar “ las imágenes ambientales son estructuras organizadas de reconocimiento y relación. También están impregnadas con significado, sentimiento y valor”.

Vereda La paz (Chinchiná, Caldas) 2012. Autor: Gonzalo Zuluaga L.

Las comunidades, como las del “café”, que se originaron y que  han crecido y ocupado un territorio, en torno a un monocultivo como el del café, son potenciales protectoras del patrimonio que se construye desde el territorio, porque entienden inconscientemente, que su riqueza, no está en el café mismo, sino que está presente a diario en eso que es intangible, pero que a la vez,  es el medio  para hacerse a bienes y propiedades, que  se acrecientan, a partir del conocimiento y transferencia de tradiciones entre generaciones.

Se reconoce en el cultivo del café el motor de  la ocupación que del territorio se ha hecho. Desde que se inició la migración que dio origen a lo que hoy denominamos como colonización Antioqueña, vemos que este  territorio por la misma apropiación que de él se hizo, lo reconocemos como territorio del café, por encima de cualquier consideración de tipo cultural o antropológico, como puede suponerse para reconocer cualquier medio natural en el mundo. Se debe resaltar que ese territorio se mantiene vivo,  gracias a la fortaleza de la estructura social del pueblo que se conformó en torno al cultivo del café.

Por medio de esa herencia intangible que se ha legado, se han  podido construir a medida que avanzan las generaciones, mejores moradas que las que conocieron sus antepasados, hoy se  cosecha la  misma tierra, pero de mejor manera y se extrae de ella nuevos cultivos y mejores o más abundantes frutos.

La más efímera noción de desarrollo se funda en principios de conocimiento en lo ya experimentado por sociedades predecesoras, esas mismas son las que han dejado una historia y han legado un patrimonio, sobre el cual se cimenta el desarrollo del presente y la estabilidad del futuro, y en sí mismo estos conceptos que se traducen en la supervivencia y el mejor vivir, confrontan la idea inequívoca que los pueblos que se han construido en la región cafetera de Caldas, Quindío y Risaralda, serán por antonomasia, enclaves comprometidos con la protección de su legado y del patrimonio que se construye como estandarte de una raza.

El sentido más simple de conservación, el cual en su idea más primaria alude a la supervivencia, que no olvidemos, fue el eje de la premisa colonizadora de los pobladores que viniendo de Antioquia,  como lo anota Parsons (1997:24), “ el pueblo que hoy, cometiendo una herejía etnológica se llama así mismo la raza antioqueña”, se internó en estas tierras cuando aún eran montañas selváticas, explica porque el hombre y esta comunidad en especial, siempre abogara por la conservación de la vida y en este mismo sentido son protectoras del patrimonio, porque en él, además de encontrar el conocimiento,  encuentran el abrigo y potencian su confort, e implícitamente sienten que a partir del patrimonio construyen más y mejores los medios con los cuales garantizan su vida futura para propios y herederos.

Vereda La paz (Chinchiná, Caldas) 2012. Autor: Gonzalo Zuluaga L.

Proteger el patrimonio, no solo alberga el concepto de que los bienes tanto materiales – como la casa de la finca – o inmateriales – como el conocimiento del cultivo del café- alcancen el estatismo en el tiempo, si no, por el contrario, deben aludir a las acciones que adelanta esta comunidad, ya sea conscientemente  o por necesidad, para preservar el patrimonio vivo en la vida de ellos.

Las comunidades son potenciales protectoras del patrimonio, cuando su manera de vivir o la realización de acciones en pro de la comunidad, permiten que el lenguaje y que por medio de este, la tradición oral y con la riqueza de la palabra, se transmitan saberes y dones propios de esa misma comunidad, este concepto se ve valorado por Rivera (2010:7) cuando dice “Ello será muy importante porque desde estos momentos el concepto de Patrimonio se enriquece de manera notable al introducir ya no solo las arquitecturas menores de las que había hablado y escrito Gustavo Giovannoni en el primer tercio del siglo XX sino también las arquitecturas sin arquitecto ni maestro constructor, obras de entidad básica de las localidades con una historia doméstica fundada sobre todo en la transmisión oral”. Así pues los pueblos serán más ricos en relación con la capacidad de transmitir y  adaptar los saberes y el conocimiento ya aprendidos aunque ello implique  lo que ya desde antaño se conocía, de las condiciones de transitoriedad que se le atribuían al cultivo del café, como lo anota Parsons (1997:226), cuando hace referencia a:

“Mariano Ospina Rodríguez, reconoció el problema de la erosión en su opúsculo de 1880, el cultivo del café cuando escribió: El café crece y fructifica también en terrenos de un declive muy rápido, pero la plantación no puede ser de mucha duración, porque habiendo necesidad de mantener desnudo de yerbas y malezas el terreno, las copiosas lluvias tropicales arrastran la tierra y desarraigan los arboles”.

El patrimonio será potencial  agente de interés de una comunidad, en virtud de las capacidades o bienes que los individuos que conforman esa comunidad pueden lucrarse de él. Lamentablemente, no todos los elementos patrimoniales con los que cuenta una comunidad son potencialmente  “protegibles”, por ella misma, ya que esta comunidad está conformada por individuos  que en principio hacen parte de la naturaleza y como tales, se comportan bajo las premisas que se dictan desde la óptica de las necesidades del principio de conservación y bajo el principio de vida de esta premisas, todos los seres  que conforman esta comunidad, como cualquier ser vivo, sacrificará el legado y sus tradiciones para garantizarse un mejor vivir.

Lo potencialmente protegible es todo aquello que permitirá a la comunidad alcanzar mejores estándares de vida o aumentar sus bienes, la comunidad protegerá y conservará de su patrimonio todo aquello que por sus valores o características de preservación para la especie le sean necesarios, en caso contrario actuará sobre ese patrimonio tanto tangible, como intangible, material o inmaterial, natural o cultural como animal rapaz que obtendrá de él lo mejor que pueda obtener o en caso contrario, lo dejará a un lado porque entenderá que en las  entrañas de ese elemento que ayudó a construir el territorio, no encuentra el alimento que le permita preservar su vida.

En este orden de ideas es sustancial la advertencia y desde allí, la protección que se pueda estructurar desde la perspectiva de la declaratoria de este territorio que construido desde el motor del desarrollo del café, impregnó una característica única, que lo hace merecedor de distinciones  y como claramente lo anotan Sanz, Molina y López (579:2004) al indicar que “el reconocimiento de los paisajes como elementos del patrimonio mundial, constituye una oportunidad para algunos paisajes rurales de valor excepcional que, tras una larga  trayectoria histórica y productiva, se encuentran hoy amenazados por el abandono de sus funciones tradicionales o la sustitución de las mismas por funciones nuevas que compiten con las anteriores sobre el mismo territorio”.

Referencia bibliográfica.

Lynch, Kevin. Administración del paisaje, Editorial Norma, Bogotá, 1992.

Parsons, James. La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, Banco de la Republica, El Áncora editores, Bogotá 1997.

Rivera Blanco, Javier, Paisaje y patrimonio, Escuela T. S. de Arquitectura y Geodesia, Universidad de Alca alá, España. Tomado de: http://www.todopatrimonio.com/pdf/cicop2010/06_Actas_Cicop2010.pdf, 2010.Fecha de consulta: agosto 19 de 2012.

Gómez Álzate, Adriana. El paisaje como patrimonio cultural, ambiental y productivo, Revista KEPES, Año 7 No. 6, , págs. 91-106, enero-diciembre de 2010.

Concepción Sanz, Herráiz. Patrimonio cultural y medio ambiental en paisajes rurales. Universidad Autónoma de Madrid, Madrid 2004.

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