Caleidoscopios Urbanos

Releyendo a Piccinato

Calle residencial en la isla de Murano, Venecia, Italia.

 

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Hace un par de años (2007), tuve la oportunidad de asistir en Caracas al lanzamiento del último libro de Giorgio Piccinato titulado “Un mundo de ciudades”, coeditado por la Fundación para la Cultura Urbana y la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. Del intercambio de ideas con Piccinato durante más de una semana, me sorprendió su amplio conocimiento de las ciudades de Europa, Asia y América, pero por sobretodo, su interés por establecer diferentes criterios de análisis para interpretar las ciudades, según su historia y su cultura. No olvidemos que las dinámicas de globalización actual (las neoliberales, por supuesto) tratan de imponer la homogeneidad y el unanimismo en el pensamiento, la cultura, la sociedad y el territorio.

Por esos días he estado releyendo nuevamente sus contenidos. Quiero compartir algunas impresiones sobre uno de los capítulos centrales del libro, titulado “El uso de la historia”, en el cual se desarrolla una tesis principal relacionada con la necesidad de establecer una diferencia sustancial entre la manera como los países de larga tradición histórica y económicamente avanzados han entendido los temas de la conservación y el patrimonio de las ciudades, respecto a como pueden hacerlo los países de historia más reciente. Esta Tesis, se apoya en cinco (5) ideas fuerza que argumentan con más detalle el sentido de sus planteamientos:1: La historia tiene muchos usos y las ciudades son parte de la historia, por ello la historia urbana puede ser utilizada de diversas maneras. Esta idea es fundamental en el desarrollo de su argumentación, aunque no se presenta desde el comienzo del texto. Se trata básicamente de poner en evidencia que la historia refleja un esfuerzo interpretativo de los hechos, y por lo tanto, sobre un mismo acontecimiento pueden desarrollarse múltiples historias. La ciudad física es una de esas huellas que las sociedades dejan en su devenir por la historia. Pero cuando esas huellas desaparecen, y con ellas la historia, algunas sociedades tienden a reproducirla como expresión “legítima” del patrimonio construido. Más recientemente esta manera particular de buscar identidades y referentes históricos se está expresando en el Turismo Cultural con sus parques temáticos como una manera de redescubrir la historia desde la globalización.

2: La protección del patrimonio histórico en los países pobres y en aquellos con economías emergentes tiene connotaciones diversas a las que se presentaron, por ejemplo, en Europa. Esta afirmación, que parece de perogrullo, tiene especial importancia sobre todo porque en los países de América Latina predominó una corriente de pensamiento eurocentrista que consideraba que la historia de nuestras ciudades y sociedades comenzaba con la colonización de España, desconociendo los importantísimos aportes de las sociedades indígenas que tuvieron un significativo desarrollo, mucho antes incluso de la presencia hispánica en nuestro continente.

3: Se amplió el tiempo que reconocemos como histórico: La historia no es solamente la de épocas remotas, sino que incluye también nuestra época. En este sentido, no sólo son valiosos los cascos urbanos que se consideran históricos por ser representativos de una trama originaria de las actuales ciudades, sino que en ellas se superponen una serie de tramas urbanas y objetos representativos de momentos históricos sucesivos y de épocas particularmente importantes en el devenir de las ciudades.

4: La modernización parece inseparable de la eliminación del pasado, así de urgente es el deseo de homologación a los modelos extranjeros. En efecto, la llamada “modernidad” capitalista, por el carácter progresista y emancipador de la sociedad respecto a las sociedades coloniales, representó un intento por borrar de las ciudades y las sociedades todo aquello que fuese expresión del pasado o de las particularidades de cada región o nación. Podría decirse que un segundo intento de homogenización global se dio en nuestros países durante el siglo XX, esta vez en nombre del higienismo y de las innovaciones técnicas. Y probablemente, la llamada sociedad del conocimiento esté tras un tercer intento, cuyo núcleo se encuentre en los espacios globales con sus propias infraestructuras «de clase mundial», leyes supranacionales e idioma universal.

5: La dificultad para constatar la autenticidad de un monumento antiguo, así como también de cualquier obra de arte. La mayoría de las culturas y sociedades de Europa y Asia conservan gran parte de sus características milenarias, que les confieren una gran identidad a sus pueblos. Esto es evidente no solamente por los monumentos que han sobrevivido a todos los conflictos y guerras, sino también por las tradiciones materiales e inmateriales, el arte, los libros y paisajes. Entre tanto, los referentes históricos y culturales en América son, con respecto a Europa, mucho más recientes. No solo por el significado que tuvo la desaparición de las principales y más antiguas culturas indígenas, sino por la velocidad de los cambios que se han producido en apenas 500 años de historia reciente. Semejante dinamismo social, cultural y físico, coloca en entredicho el significado de la palabra “autenticidad” en tanto que no hay referentes suficientemente claros que den testimonio del origen de las cosas. Las ciudades son quizás la mayor expresión de este fenómeno, pues en América Latina ellas se han construido y reconstruido como ninguna ciudad europea lo haya hecho en su historia.

10/07/09

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