Foto 1: Los difusos límites entre la Reserva Rio Blanco y la Hacienda La Aurora. Foto 2. La ciudad presionando la ocupación sobre los bosques protegidos. Fuente: Acebedo 2017.
Por Luis Acebedo. Profesor Universidad Nacional de Colombia
Un grupo de ciudadanos preocupados nos dimos a la tarea de hacer una expedición de reconocimiento sobre la reserva Rio Blanco y particularmente sobre el área aprobada como de expansión urbana que será objeto de un “Plan Parcial” de Vivienda para estratos medios y bajos.
Iniciamos el recorrido en el barrio La Sultana, por donde se proyecta una vía de casi un kilómetro que atravesaría la Quebrada Olivares y pasaría por encima de algunas viviendas de los areneros que han vivido por años de esa actividad. En el recorrido fuimos identificando más de 40 especies de aves con la ayuda de un guía experto en estos temas. También detectamos algunos mamíferos como ardillas y conejos. Al llegar a la finca La Aurora observamos una casa típica de la colonización antioqueña dedicada a la producción de leche. El terreno, de pendientes moderadas, se encuentra despoblado de árboles en su mayoría y dedicado al pastoreo. Son alrededor de 260 hectáreas de suelo que, por su configuración paisajística y localización contigua a la reserva forestal protectora, seguramente fueron objeto de tala de bosques a través de muchos años.
En el camino nos encontramos con varios trabajadores dedicados a obtener datos topográficos. Continuamos subiendo la montaña y apareció en nuestro camino un bosque productor de pinos. Comenzamos a identificar una tala sistemática de los llamados helechos monje de mayor tamaño a lo largo de un kilómetro del recorrido. Esta es una especie endémica de especial cuidado que demora años en crecer. Sin duda, los helechos fueron cortados ese mismo día en horas de la madrugada, justamente al costado por donde se tiene proyectada la urbanización. Al final de la mañana, bajamos por el sector de Minitas, por donde observamos la presencia de actividades industriales ocupando el cauce de la quebrada Olivares y otra serie de conflictos ambientales que la convierten en una verdadera alcantarilla al paso de la urbanización consolidada.
Luego de esta expedición, en donde no se requiere la mirada experta para entender el grave impacto que representará para la reserva la llegada de 15 mil personas o más a competir por el uso del suelo con el bosque protector, ya de por sí afectado por la ganadería, la deforestación y los monocultivos, inicié el estudio de la propuesta de Plan Parcial y sus posibles bondades. Debo confesar que mi condición de ciudadano preocupado se agravó por varias razones:
La primera y más importante, es que es un proyecto de “Plan Parcial” espurio, que sólo le traerá problemas a la reserva y a la ciudad. Su formulación no difiere en nada de la realización típica de un proyecto inmobiliario de carácter privado, con un único dueño, en donde los desarrolladores le entregan al municipio unas áreas de cesión reglamentarias sin la dotación adecuada, generalmente localizadas en terrenos residuales. Las áreas de retiro de las quebradas se presentan como “Parque Lineal”, se construyen las vías mínimas, dejándole al municipio la responsabilidad de completarlas en el futuro, y en términos generales el proyecto adquiere una característica de conjunto cerrado que poco y nada contribuirá a tejer ciudad.
Lo que esto quiere decir, es que no estamos ante un proyecto que hace un verdadero reparto equitativo de cargas y beneficios en el que el reto fundamental debe ser demostrar que la urbanización de viviendas unifamiliares y multifamiliares, junto a una reserva debilitada por condiciones antrópicas, no continuará afectando el ecosistema que provee a la ciudad del 35% del agua. Eso no está garantizado. El municipio tendrá que responder en el inmediato futuro por sus impactos y deberá financiar la culminación de las obras necesarias para la urbanización. ¡¡¡Qué gran negocio para la ciudad!!!
No me cabe duda de que el proyecto La Aurora es inconveniente para el municipio, por continuar presionando nuestros débiles ecosistemas al norte de la ciudad. Es altamente costoso en el mediano plazo para las finanzas públicas. Su única virtud es la de proveer VIS y VIP. Sin embargo, esto no lo exime de garantizar los intereses superiores de la sociedad como es la protección de sus ecosistemas y el agua para las futuras generaciones.