Daniel S. Jurado Jaramillo.
Arquitecto Universidad Nacional de Colombia.
Miembro del grupo de trabajo académico de patrimonio urbanístico y arquitectónico de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales.
daniel.juradojaramillo@gmail.com
Caficultores de Tradición
Los caficultores que hacen parte del Paisaje Cultural Cafetero (PCC), tienen merito propio en el proceso adelantado durante la inscripción de este paisaje colombiano en la lista de patrimonio mundial de la UNESCO[1]; son actores integrales que impregnan en cada taza una mezcla de historia, constancia y trabajo, aspectos fundamentales para posicionar el café colombiano como uno de los mejores del mundo.
“Café hecho a mano”, recolectado y secado de forma tradicional, realizando todas las labores de post-cosecha por parte de la familia cafetera, demuestra ese compromiso especial con el producto que sale de su finca.
“La información es fundamentalmente el saber campesino acumulado a través de décadas de experiencias con el cultivo” Cifuentes, (1997:109). Si bien es cierto que su trabajo honesto, esfuerzo, dedicación permanente, cultura de la calidad y estrecho vínculo entre tradición familiar y el mundo moderno, así como la forma de heredar de padre a hijo este arte de la recolección del café, también se debe reconocer que el aspecto económico no puede en si mismo solventar las necesidades de un caficultor que se enfrenta a un mala cosecha o una caída en los precios en el mercado actual, hecho que cobra importancia cuando la opción de seguir una casta campesina dedicada al cultivo de café, se pone en crisis, ante apuestas utópicas mas urbanas de una salario fijo, prestaciones sociales y una quizás estabilidad económica fruto de otra actividad productiva.
La Magia del Café
El reconocimiento del café a nivel mundial es evidente, una taza de café puede representar una experiencia diferente en cada persona como afirma (Rodríguez, 2005:12) “el café tiene una magia especial”. Por eso, bien vale la pena saborear por estos días esta voluptuosa bebida de matices cobrizos y sabor amargo, tostado y afrutado, mientras se disfruta del placer de la tertulia y se aprecian imágenes de los más bellos y tradicionales cafés del mundo. Experiencia que solo puede ser vivida por cada paladar, donde de manera inconsciente el caficultor plasma sus deseos y compromiso especial, se convierte en eje estructurante entre el árbol y la taza de café.
En su ardua tarea de reconocimiento ante la UNESCO, “se ha venido construyendo una noción de paisaje cultural que comenzó haciendo énfasis en los aspectos inmateriales de la cultura cafetera, pasando por la reivindicación de sus valores escénicos, hasta lograr comprender la importancia del paisaje productivo como un factor integrador entre ecosistema y cultura” (Acebedo, 2009). Dichos elementos no palpables que para efectos de un reconocimiento mundial reposan sobre los sentidos, se unen al paisaje, los caficultores y los procesos productivos tradicionales, no percibidos con una simple descripción en la etiqueta. Son concepciones únicas que se materializan en el territorio en forma integral, basándose en una cultura propia de trascendencia y proyección que debe ser cuidada para garantizar ante todo la misma responsabilidad natural en el manejo y cuidado del café, así como en las proezas productivas de esta cosecha de montaña.
La Economía del Caficultor
A principio del siglo XX “El campesino fue asimilado al indio, mas que a una clase social. Esta masa de trabajadores era de personalidad servil, que en principio buscaba trabajo y no tierra”. Machado, (2001: 81), El caficultor cumplía una labor en función de obtener ingresos a cambio de ello, no existía el vinculo con la tierra que se cultiva y cosecha, que genera ingresos como un plus a ese cuidado.
No es un misterio que todos los ejercicios o labores humanas esperan una remuneración a cambio del servicio prestado. Para los caficultores no es una excepción, pues su cultura cafetera no se sustenta solo en la pasión intrínseca en el grano de café recolectado, también es su forma de obtener un ingreso económico que garantice los futuros procesos de recolección sobre los que gira la familia cafetera, comercio que se da en relación a la producción que se logra en la época de cosecha y las garantías que se ofrezcan por parte de los compradores.
Según Toro, (2012: 01) “Existe hoy en el mundo una gran demanda de productos de origen vegetal, que sirven para el consumo humano, y es bueno reconocer que se pagan sobre precios por las buenas calidades”. Lo anterior podría hacer pensar que el café dado su reconocido nivel de calidad y popularidad mundial, debería ser uno de los productos agrícolas mejor pagados, garantizando que el dinero que se paga en cualquier “Coffee Shop” del mundo, se vea reflejado en un porcentaje justo para el Caficultor.
El productor cafetero en Colombia radica su economía en practicas como las que describe Cifuentes, (1997:102-103) “El campesino concibe el modelo de producción de café con sentido de largo plazo, de uso múltiple del entono y de baja exigencia en insumo, capital y mano de obra. En este caso lo mas importante es garantizar un nivel de producción de grano de café que se mantenga sin grandes variaciones a través del tiempo; la calidad de la producción por unidad de área es un factor secundario.” Este método así como los que han surgido en medio de la necesidad, son empleados por el caficultor en su afán de evitar que la crisis económica (cada vez mayor) lo lleve a buscar alternativas que nada tengan que ver con el campo.
Alternativas por cierto nada “fáciles” ante los ojos de una familia, sometida a múltiples presiones, tales como un evento geológico en donde pierde su cosecha a causa de un deslizamiento de las empinadas laderas donde se cultiva el café, una caída en los precios que hagan de una gran cantidad de bultos de café, una suma que no cubre ni la mitad del costo del proceso de recolección, o una mejor opción en el ámbito Urbano. Todas son posibles alternativas para los jóvenes que han crecido con la cultura del café, que al ver un futuro improbable y no garantizado en algunos casos, buscan soluciones donde un salario inferior al mínimo se vuelve la salida utópica a una vida agrícola inestable.
Este problema se hace mas fuerte cuando dichas soluciones no son tan fáciles de tomar y en el peor de los casos una familia campesina caficultora se ve obligada a desprenderse de su tierra y buscar nuevos oficios, para los cuales su herencia cafetera sirve de poco, obligando a refugiarse en uno de los denominados guetos urbanos para buscar un comienzo rodeado de pobres de ciudad, Así lo advierte Duque, (2012: 01) “Ya los pobres de la ciudad son una mezcla de los pobres urbanos con su particular noción del consumo y peculiares costumbres, y de los pobres rurales hijos de la crisis que asola la ruralidad colombiana”. A esto se suma la idea de que los hijos de los caficultores que carecen de educación irán cerrando esa brecha entre las fronteras de la ilegalidad y espacios de delincuencia, fruto de un desarraigo económico forzado.
Una Mirada mas Positiva
El gobierno Nacional, en una de sus tantas iniciativas por garantizar los derechos de los campesinos que subsisten de la producción agrícola, debe tener una visión retrospectiva en la cultura del café y mas aún con la inscripción del paisaje cultural cafetero en la lista de patrimonio mundial de la UNESCO. Debe promover planes de acción en los que no deje en manos de Comités y federaciones los alcances sociales y beneficios para los caficultores, deben ser ellos mismos representados por sus alcaldías y gobernaciones quienes busquen una integralidad agro-educativa y promuevan la cultura cafetera como alternativa de vida, llevando esta idea a los demás sectores de la agricultura, donde se garantice que el producto que se cosecha se compra al precio establecido y justo, en el que se beneficie el comprador y el productor, sin ansias de lucro y como un método de fortalecer la economía regional. Las entidades educativas tienen un papel fundamental en la promoción, divulgación e investigación del PCC, así como los temas que tiene que ver con la agroindustria; todo ello para impulsar de forma positiva una empatía en las conciencias colectivas de los colombianos.
Bibliografía
Acebedo, L. F. (21 de Diciembre de 2009). Paisaje Cultural Cafetero. En: Caleidoscopios Urbanos. Recuperado el 18 de Agosto de 2012, de http://caleidoscopiosurbanos.blogspot.com/search?updated-min=2009-01-01T00:00:00-05:00&updated-max=2010-01-01T00:00:00-05:00&max-results=36
Cifuentes, L. E. (1997). Panel De Caficultura Sostenible. Costa Rica: ICAFE.
Duque Escobar, G. (31 de Julio de 2012). Institucionalidad en el paisaje cultural cafetero. En: Godues. Recuperado el 17 de Agosto de 2012, de http://godues.wordpress.com/2012/07/31/institucionalidad-en-el-pcc/
Machado, A. (2001). El cafe en Colombia a principios del siglo XX. Bogota D.C: Universidad Nacional de Colombia.
Rodríguez, P. S. (2005). Intelecto y Cafe, Lecturas Fin de Semana. El tiempo.
Toro, R. V. (11 de Agosto de 2012). El Meridiano. Recuperado el 18 de Agosto de 2012, de http://www.elmeridianodecordoba.com.co/index.php?option=com_k2&view=item&id=9826:caficultura&Itemid=127
[1] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.