Artículos Científicos

EL CONCEPTO DE TERRITORIO Y EL TRÁNSITO DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL A LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Por: Luis Fernando Acebedo Restrepo2

1 Este trabajo hace parte de una investigación más extensa que el autor desarrolla en su tesis de doctorado titulada «Territorios del conocimiento en la Ecoregión Eje Cafetero. Calidoscopios a partir de tres espejos de representación: Sociedad + Espacio + Conocimiento», próxima a ser defendida en la Universidad Central de Venezuela. 2010.

2 Arquitecto (UPB), Magister en Urbanismo (UNC), Candidato a Doctor en Urbanismo (UCV). Profesor de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales. Actualmente analiza los temas de ciudad, territorio y región en su blog Caleidoscopios Urbanos. http://caleidoscopiosurbanos.blogspot.com

Artículo publicado en Cuadernos de clase N°01-03. Elementos para una teoría del desarrollo territorial. (2010). Universidad Autónoma de Manizales. Pp235-263.

La economía y la geografía son probablemente las dos áreas del conocimiento que más han avanzado teórica y prácticamente en la exploración del concepto de territorio ligado a los modelos de desarrollo y a las transformaciones sociales y productivas que llevan implícitas. Fundamentados en estas dos áreas del conocimiento, daremos una primera mirada a los cambios principales que se han producido en relación con el concepto de territorio en el proceso de tránsito de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento.

I. EL TERRITORIO Y SUS FUERZAS MOTORAS.

De una manera abstracta, la consolidación del territorio en cada momento histórico parece estar determinado por la conjugación de por lo menos cuatro (4) fuerzas motoras que interactúan de manera dialéctica: Espacio, tiempo, técnica y movimiento. Dependiendo de las características de la sociedad y del modo de producción que predomine, las fuerzas motoras le imprimen al territorio sus características y connotaciones básicas. Para no entrar en demasiadas honduras bastaría decir que un artesano del siglo XVIII y otro del siglo XX, aunque desempeñaran las mismas funciones o incluso emplearan las mismas herramientas de producción, jamás podrían compararse en cuanto a la concepción que uno y otro pudieran tener del mundo, de la sociedad, del trabajo y de la cultura. Y eso se explica en gran medida por los avances tecnológicos que los separan y la percepción sobre la dialéctica espacio-temporal motivada por la velocidad y calidad de los cambios producidos.

La noción de territorio, en ese contexto, también ha sufrido sus propias transformaciones. Veamos de qué se trata:

Espacio-Tiempo.

En la literatura se encuentra un mayor interés por el estudio del espacio y el tiempo en el análisis de las relaciones entre sociedad y naturaleza, es decir, sobre la teoría de «la producción del espacio» o más generalmente «la producción de la naturaleza». En este sentido algunos geógrafos (Peet, citado en Delgado, 2003) hablan de una «primera naturaleza» como aquella que se encuentra en su estado más prístino, mientras que la «segunda naturaleza» corresponde al producto de la transformación hecha por el hombre, la cual lleva implícita una relación espacio-temporal determinada. Es justamente alrededor del análisis de estas dimensiones que se ha constituido en buena medida el discurso fenomenológico en la geografía. Milton Santos (1996) por ejemplo, plantea que:

Sería imposible pensar en evolución del espacio si el tiempo no tuviese existencia como tiempo histórico; es igualmente imposible imaginar que la sociedad se pueda realizar sin el espacio o fuera de él. La sociedad evoluciona en el tiempo y en el espacio (P. 52)

Pero lo más interesante del análisis de Santos es el aporte que hace en relación con el hecho de que no solo la espacialidad sino también la temporalidad tienen que ver con la escala. Esto es clave en la medida en que reconoce los cambios de la relación espacio-temporal si se estudia en una escala estructural como es un modo de producción determinado y otra cuando se estudian momentos o fracciones de ese modo de producción, lo cual implica un nivel de refinamiento.

Otros autores desarrollan conceptos similares, cuando por ejemplo, Piazzini (2008:71) habla del «tiempo situado» como «historias, memorias y proyectos de futuro explícitamente articulados con las realidades espaciales que las circunscriben»; una manera de diferenciarlo del cronocentrismo impuesto por la modernidad y las grandes metrópolis en su actitud colonizadora y hegemónica. Así mismo, Virilio (1997) recurre a la metáfora del «tiempo cronoscópico» para significar un tiempo aparente determinado por la línea del horizonte del ser en el mundo. Un primer horizonte del paisaje del mundo y un segundo horizonte profundo » […]de nuestra memoria de los lugares y, por tanto, nuestra orientación en el mundo, confusión de lo cercano y lo lejano, del adentro y el afuera..».

Todos ellos coinciden en la emergencia del espacio y las espacialidades en el pensamiento contemporáneo, en buena medida por la necesidad de elaborar una crítica al papel jugado por el tiempo en la modernidad.

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