La Ciudad en la Prensa

Manizales, ciudad puente

Luis Acebedo. Profesor Universidad Nacional de Colombia

Cuando apenas despuntaba el siglo XX, los utopistas de la modernidad se imaginaban las ciudades del futuro. Algunos como el empresario norteamericano Edgar Chambless (1910) propusieron la “ciudad carretera” (Roadtown), un proyecto que buscaba construir una ciudad lineal a lo largo de muchos kilómetros urbanos y rurales, articulada a los sistemas férreos. Podría decirse que fue la primera vez que las ciudades se pensaron desde la movilidad vehicular y enteramente dependiente de ella.
La industria automotriz americana se inspiró en esta idea para convertir el automóvil en el eje del desarrollo urbano de las ciudades de su órbita. Fue así como todos los sistemas públicos de transporte (tranvías, ferrocarriles y trolebuses eléctricos) fueron desapareciendo de la vida urbana, mientras que el carro particular se convirtió en un imaginario de ascenso social de las clases medias. Las ciudades europeas se resistieron a estas presiones del mercado y prefirieron combinar todas las alternativas, pero privilegiado los sistemas públicos y masivos. Por eso hoy tienen ciudades más humanas y sostenibles.
Alcaldes y planificadores en América comenzaron a trabajar en la apertura de grandes autopistas y enormes puentes para cruzar los centros urbanos y cuanto obstáculo se apareciera en el camino de la circulación automotriz. Así surgieron las vías expresas de varios pisos de altura, algunas de las cuales era necesario pagar para acceder a los beneficios del tránsito rápido. Autopistas aéreas como Francisco Fajardo en Caracas, Perimetral en Río de Janeiro, Embarcadero Freeway en San Francisco, entre muchos otros ejemplos de construcción de monstruos de concreto para la movilidad, atravesaron los centros urbanos y las periferias en expansión, degradando con el tiempo la calidad de vida y el ambiente de sus entornos urbano-residenciales.
Ciudad Puente, así podríamos llamar los imaginarios de modernidad que asumieron muchas ciudades, buscando en un principio mejorar la movilidad, pero incentivando la compra de más y más vehículos que terminaron multiplicando el problema que buscaban resolver. Es lo que se conoce como la teoría de la demanda inducida, la apertura de más vías estimula la compra de más vehículos. Hoy, Río de Janeiro, San Francisco, Portland, Seattle y muchas otras ciudades, destruyen esos esperpentos para dotar a la ciudad de nuevos parques, senderos peatonales, ciclo rutas, playas y ríos recuperados. Incluso Bilbao como ciudad europea que cayó en dicha tentación hace 30 años, se deshizo de la autopista Sabino Arana para albergar zonas de ocio, estancias, carril bici, zonas verdes, juegos infantiles y arbolado, recuperando ese espacio urbano para las personas.
Medellín, por su parte, no sabe qué hacer con la línea de metro elevado que atraviesa el centro de la ciudad. Hoy interviene los bajos de lo puentes del metro, tratando de hacerlos menos inseguros y más accesibles al peatón. Pero Bogotá quiere repetir ese modelo fracasado.
Manizales avanza en contravía de la historia construyendo su propia versión de Ciudad Puente. Puentes para subir a Fundadores, viaducto para bajar a Fundadores, puente en la Autónoma para conectar los puentes de Fundadores, puente en La Carola para llegar al centro comercial, puente desde la panamericana para llegar a la Fuente, puente en San Marcel, túnel de la calle 52 e intentos para construir un puente que supere los problemas generados por el túnel de la 52. Y seguramente habrá más puentes, porque más y más carros presionan por nuevas avenidas. Nuestros alcaldes tienen muy desarrollado el oído para escuchar el sonido de los motores pero tienen atrofiado el olfato para oler el humo espeso que liberan las máquinas rodantes y contaminan los pulmones de todos los ciudadanos.
La alternativa para mejorar la movilidad y la calidad de vida en Manizales es justamente la contraria. Se requiere cerrarle el paso al vehículo privado y abrir la oportunidad del transporte público, combinando diferentes opciones. Así los propietarios de vehículos preferirán usarlos para distancias más largas por fuera de la ciudad. Ofrecer amplias aceras estimulará a los ciudadanos a caminar por cómodos bulevares, construir ciclorrutas expresas llamará a más jóvenes y adultos a usar estos medios con mayor seguridad. Peatonalizar varias calles del centro de la ciudad reanimará la actividad comercial y cultural con nuevos cafés, restaurantes, tiendas, librerías, museos y teatros.

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