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El territorio de las comunidades negras[1] del sector de la Isla de Buenaventura, Región del Pacífico, Colombia

Por: Nayive García.
Socióloga, estudiante Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo

Imagen del barrio "La Playita", sector de la Isla de Buenaventura. 19 de septiembre de 2013. Fuente: Nayive García Ramirez
Imagen del barrio «La Playita», sector de la Isla de Buenaventura. 19 de septiembre de 2013. Fuente: Nayive García Ramirez

El presente documento es una aproximación a las relaciones que se han tejido entre el territorio y los habitantes de las zonas cercanas al mar del sector de la Isla de Buenaventura[2] municipio que hace parte de la Región del Pacífico[3] colombiano. Estas relaciones han tenido unas rupturas a partir las nuevas connotaciones que adquiere el territorio desde la mirada de los “otros”. Los relatos de los pobladores que se relacionan en el documento hacen parte de dos videos[4] que se produjeron como una manera de visibilizar la situación de estas comunidades.

Los africanos y africanas que fueron traídos en calidad de esclavos por los españoles, secuestrados, transportados como mercancía, vendidos, deshumanizados, obligados a olvidar sus lenguas, sus creencias y sus culturas en la época de la “colonización” americana. En la búsqueda de la libertad huyeron a la Región del Pacífico[5] convirtiéndola en su hábitat donde se relacionaron con la naturaleza a partir de su cosmovisión. En el sector de la isla de Buenaventura, se ubicaron  personas procedentes de las zonas rurales y de otras zonas del Pacífico colombiano. Construyeron viviendas palafíticas, al mismo tiempo, empezaron un proceso comunitario en la búsqueda de “ganar terrenos al mar”:«esto eraaaa un estero y poco a poco se fuee rellenando con basura” (Policarpa) «…las volquetas traían tierra…» (Benancio) “nosotros veníamos todu esto con las manos de nosotros eso hace 53 año…» (Rosa) «…la gente para poder pasar de una vivienda a otra tenía que ir construyendo puentes» (Noralba).

Estos relatos no solo dan cuenta de la constitución de los barrios sino de una práctica ancestral de las comunidades, la “minga”[6]. Los habitantes reclaman este territorio como propio, en sus palabras, estos son “terrenos ganados al mar[7] que desde el momento en el que transformaron el espacio físico empezaron a interactuar con él convirtiéndolo en su territorio.

Desde la cosmovisión de las Comunidades Negras el territorio es el “espacio para ser”.  Por lo tanto, “no se puede ser Comunidad Negra sin territorio”. Esta concepción del territorio escapa de las lógicas capitalistas que se imponen de manera global y que encuentran resistencia en comunidades que históricamente han creado unas relaciones distintas con su espacio físico. Como lo evidencia Nates, “[…] el territorio, más allá de ser el soporte de prácticas y discursos, es antes que nada el marcador en sí de…los modelos culturales de apropiación que marcan esas vidas, permiten ver que más allá de los universales del territorio (fundar, habitar, categorizar-clasificar y distribuir), su particularidad se encuentra en la dimensión cosmológica que le da sentido”  (2010, pág. 36-37).

Existe una trama de significaciones alrededor del mar: disfrutan de la brisa que viene de él, los habitantes demuestran sus habilidades como nadadores en él, se realizan prácticas culturales como las valsadas y actividades productivas tradicionales para obtener el alimento que consumen:

“…este es nuestro mar que nos criamos, aquí nacieron los niños y nos criamo en nuestro mar comiendo pescao y jaiba, piangua, sangada de todo es que estamos muy amañados acá en nuestro mar tiramo su bara aquí y aquí coge uno su canchimala uno pa come uno” (Policarpa) «Mi profesión de manejar motor… lo que más me gusta por la por la belleza del mar» (Sebastián) “Esto es amañadorsisimo a mí me fascina vivir acá en el Lleras…nosotros tenemos su casa amplia donde regocijanos, donde resssspirarrrr con esta brisa que,  que entra acá por las tardes uno acá vive relajao» (Diana).

Estas prácticas encierran un conocimiento ancestral construido históricamente. Saben leer el lenguaje de la naturaleza, han aprendido a conocer su medio, saben dónde y cuándo pescar, cazar los animales del monte, cortar la madera para construir las viviendas y las canoas de los pescadores. Estas son prácticas tradicionales de la población afrodescendiente. Este saber ancestral se perpetúa en el tiempo a través de la tradición oral y al enseñarlo a las nuevas generaciones. Si bien estas prácticas pueden evidenciarse con mayor claridad en las zonas rurales, no se puede desconocer que las comunidades urbanas aún las conservan.

A partir del Acuerdo No. 03 de 2001[8] estas comunidades son colocadas en la escena pública al considerar que sus asentamientos están ubicados en zonas de amenaza por eventos naturales y con ello se sustenta la necesidad de ser reubicadas: “Entiéndase que las viviendas de bajamar por mejorar serán aquellas que estén exentas de la influencia de tsunami y que las de reubicar son las que tienen pésimas condiciones de construcción y más expuestas a mar abierto o a tsunami”(pág. 6). Es a partir de este documento que el Estado recuperó la “amnesia institucional” y se acordó de una población que por más de 50 años habita en dichas zonas. Asumiendo una postura “proteccionista” a través del CONPES 3476  de 2007 se concreta la ejecución de un Macroproyecto de Interés Social Nacional “Ciudadela San Antonio” para reubicar a esta familias.

Ante la posibilidad de una reubicación el sentir de gran parte de la comunidad se puede recoger en el siguiente relato:

«será por las vías de las malas que me puedennnn desubicar de aquí porque de lo contrario yo de aquí de gusto mío yo no no me desubico porque yo sé que se acaba el sustento de mis hijos porque en un lugar fuera de aquí por ejemplo me voy pal continente que voyacer allá yo aquí con mi pesca me sostengo con mi madera me sostengo sostengo mi familia y yo me voy a vivir a un barrio donde yo no tengo un trabajo no tengo que hacer que voy hacer que debo hacer yo allá a vender vicio?» (Sebastián).

La desesperanza pueden ser comprendida en la medida en que estas comunidades han inscrito su historia en este territorio y es que “…los territorios son las manifestaciones o expresiones de la relación inseparable y continuamente cambiante entre la especie humana y la tierra… son, en el momento en que significan algo para alguien, es decir, en el momento en que un grupo social, una ´comunidad´ o un grupo de intereses comunes, escribe sobre la tierra sus formas de morar” (Noguera: 2004, pág.117-118). El territorio hace parte de la existencia, para esta comunidad significa vida. Pero como si la sabiduría de este adulto mayor vislumbrara lo que ocurriría, el territorio empezó a significar muerte, los grupos de intereses empezaron a dejar sus huellas:

«cuando inicia el conflicto sobretodo acá en la zona de bajamar en el sector de la Isla barrio Lleras, inicia un proceso donde unos asesinatos selectivos, balaceras todos los días y eso empezó a generar inseguridad empezaron  a asesinar señores que trabajaban la madera luego se construye un aserrío una bodega a gran escala y entonces ya toda la gente tenía, tiene porque todavía existe, va a trabajar la madera ahí mas todo lo que ha ido sucediendo alrededor del tiempo que la gente sale a pescar y no vuelve,  cosas como esas ha ido complicando la situación” (Bárbara).

Los episodios de violencia en el sector de la Isla de Buenaventura coincidieron con una ola de violencia en los barrios con acceso a los esteros y en las zonas rurales de la Costa del Pacífico, Oslender lo ilustra claramente:

Grupos paramilitares vacían los terrenos y los preparan así para la intervención del capital…El uso continuo del terror en una región produce paisajes de miedo. Estos paisajes son visibles, por ejemplo, en las formas en que los agentes del terror dejan huellas —como las casas destruidas y quemadas o graffitis en las paredes— como ‘estampa’ de su presencia y como amenaza constante para los pobladores” (2004: pág. 37, 40 y 41).

Es que en el Acuerdo 003 de 2001 y en el CONPES 3476 de 2007 no solo se contempla la reubicación de las familias sino que para evitar que las zonas “recuperadas” vuelvan a ser ocupadas se proyecta la construcción del “Malecón Bahía de la Cruz”[9]. Los pobladores piensan que esta es la verdadera razón por la que los van a reubicar: «ahora la disculpa es que el gobierno nos va a reubicar disque por maremoto pero a ciencia cierta lo que nosotros sabemos es que aquí lo que quieren es construir más puerto… o sea muelles de contenedores ese es el objetivo primordial de ellos» (José Ángel).

La visión “desarrollista” del Estado y empresarios se impone a las lógicas de apropiación del territorio por parte de las Comunidades Negras, a su ancestralidad, a sus prácticas, a su cosmovisión, a sus maneras de habitar. Las acciones violentas: asesinatos, masacres, carro bombas, no solo dejaron huellas en el territorio sino que “[…] el capital social y simbólico invertido por estas comunidades en sus territorios y organizaciones desde tiempos ancestrales y sobre todo en la última década, está siendo sistemáticamente destruido y desestructurado por las acciones de guerra” (Almario en Restrepo y Rojas, 2004: pág. 21).

Las calles dejaron de ser testigas de los juegos de los niños y niñas para ser testigas de los múltiples asesinatos que en ellas se cometieron; en los manglares no solo quedaron las huellas de las “piangüeras[10]” sino que se convirtieron en cementerios transitorios o permanentes de cuerpos mutilados; los vecinos ya no eran los que venían de los diferentes ríos de Buenaventura y el Pacífico, de la familia tal, pariente de no sé quién; ante la violencia ellos y ellas abandonaron sus casas las cuáles fueron ocupadas por los nuevos habitantes, los que no se ganaban el respeto por ser el anciano poseedor de sabiduría, la partera, el curandero, las rezanderas, los folcloristas, etc., sino porque eran los portadores de las armas, los perpetuadores del terror, de la barbarie.

Las casas ya no permanecían con las puertas abiertas, las personas corriendo ya no significaban juegos como: la lleva, el ponchado, 25, fusilado, sino que eran los pasos acelerados de personas en la carrera por preservar sus vidas. Los gritos dejaron de ser de los padres y madres llamando a los hijos e hijas cuando era hora de volver a la casa para convertirse en los gritos de las personas que clamaban por su vida, suplicando al victimario para que en un acto de piedad le perdonase la vida. Los velorios, dejaron de ser un rito fúnebre donde familiares y amigos entre alabaos despedían sus muertos, muchas familias vivieron el duelo de la pérdida sin ni siquiera tener el cuerpo. Algunos velorios fueron el escenario de asesinatos.

Muchas familias huyeron a otros barrios de la ciudad, generando desplazamiento intraurbanos masivos. Estas son las nuevas marcas, como diría Patricia Noguera[11] “las nuevas escrituras sobre la tierra que se dejan leer” conllevando a rupturas en las maneras de habitar.

Dos cosas deben quedar claras: por un lado, se reconoce que la población no habita en condiciones óptimas, por ello, hablar de un mejoramiento de sus condiciones de vida no es algo que se rechace, al contrario, sería una oportunidad para que el gobierno empiece a pagar una deuda histórica con estas comunidades. Lo que se recalca es que al ser Colombia un país que reconoce la diversidad étnica y cultural[12] todo lo que afecte a las comunidades debe construirse con las comunidades; para ello es la Consulta Previa.

El Macroproyecto de Interés Social Nacional es un proyecto homogenizante para una población que se afirma desde la diferencia, que mantiene una relación campo – poblado que se vería afectada ya que el intercambio que se da en las zonas de “bajamar” con las poblaciones de las zonas rurales no sería posible. Por otro lado, la visión desarrollista del Estado conlleva “…a un proceso de ‘inclusión’ forzada en los moldes del proyecto de modernidad capitalista, en el que la guerra se ha convertido en estrategia para hacer cumplir sus exigencias. Un proyecto que para alcanzar su objetivo debe generar las condiciones para la transformación territorial y cultural de la región” (Escobar: 2004, pág. 20)

Si bien aquí solo se esbozan pinceladas gruesas de un tema álgido, por el momento se quiere evidenciar el proceso de construcción del territorio por parte de las comunidades en la zona de la isla, que empiezan una relación con su territorio desde sus cosmovisiones, desde su ancestralidad y cómo estás relaciones empiezan a ser transformadas por acciones de violencia que están lejos de ser una coincidencia porque llevan explícitamente un interés económico que requiere para sí la apropiación del territorio:

Una cosa sabemos a ciencia cierta y es que a la noción imperante de desarrollo y a quienes la instrumentalizan en su beneficio les importa muy poco qué y cómo atropellan. El desplazamiento forzado interno —entendido como la mayor agresión que sufren los afrodescendientes en los últimos 150 años— no es una cosa aislada, sino un conjunto de acciones sistemáticas, abiertas y deliberadas y, por lo tanto, inscritas y funcionales no sólo a la dinámica de la guerra, sino también a la concepción de desarrollo” (Rosero,  citado por Escobar: 2004, pág. 53).

Hoy en el territorio tienen lugar: las familias que con el apoyo de las ONGs, el PCN y la Parroquia del barrio Lleras, reivindican el derecho al territorio, las familias que están en el proceso de reubicación hacia la Ciudadela San Antonio, y el gobierno con los empresarios movilizando esfuerzos para la construcción del Malecón. Este panorama obliga a colocar aquí un punto seguido más que un punto final, porque de las comunidades, el Macroproyecto y el Malecón, aún queda mucho por decir sobre todo porque “el territorio es la vida y la vida no es posible sin el territorio[13]

Referencias Bibliográficas

Concejo Municipal. Acuerdo No. 03 de 2001, “por el cual se adopta el plan de ordenamiento territorial para el municipio de buenaventura, valle del cauca.”

CONPES 3476 del 9 de julio de 2007, Importancia estratégica de los Macroproyectos de Vivienda de Interés Social en Cali y Buenaventura.

Constitución Política de Colombia de 1991

v  Coordinación Regional del Pacífico colombiano y Parroquia del barrio Lleras, video “Bajamar: reubicación o desalojo” (2010) Recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=qHHr6K28X20, 15 de septiembre de 2013.

Coordinación Regional del Pacífico colombiano y Parroquia del barrio Lleras, video “Desalojo inminente” (2010) Recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=Ym3lBGx4hMg,  15 de septiembre de 2013.

Escobar, Arturo. 2004. “Desplazamientos, desarrollo y modernidad en el Pacífico colombiano”. En: Conflicto e (in)visibilidad Retos en los estudios de la gente negra en Colombia. Editorial Universidad del Cauca.

Ley 70 de 1993. Por la cual se desarrolla el artículo transitorio 55 de la Constitución Política de Colombia.

Nates Cruz, Beatriz. 2010. Nuevos territorios. En: Revista Anthropos N°227. Barcelona.

Noguera de E, Ana Patricia. 2004. El reencantamiento del mundo. Universidad Nacional de Colombia, PNUMA.

Oslender, Ulrich. 2004. “Geografías del terror y desplazamiento forzado en el pacífico colombiano: conceptualizando el problema y buscando respuestas”. En: Conflicto e (in)visibilidad. Retos en los estudios de la gente negra en Colombia. Editorial Universidad del Cauca.

Restrepo, Eduardo y Rojas Axel. 2004. “Introducción” En: Conflicto e (in)visibilidad Retos en los estudios de la gente negra en Colombia. Editorial Universidad del Cauca.


[1] “Conjunto de familias de ascendencia afrocolombiana que poseen una cultura propia, comparten una historia y tienen sus propias tradiciones y costumbres dentro de la relación campo-poblado, que revelan y conservan conciencia de identidad que las distinguen de otros grupos étnicos”. Ley 70 de 1993, (pág. 2).

[2] Buenaventura se localiza entre el océano Pacífico y la parte izquierda de la cordillera Occidental, sector de los Farallones que marcan el límite con los municipios de Jamundí y Cali. Limita por el norte con el departamento de Chocó, por el oriente con los municipios de Jamundí, Cali, Dagua y Calima, por el sur con el departamento del Cauca y por el occidente con el océano Pacífico.

[3] Si bien Buenaventura es un Municipio del Valle del Cauca, su problemática es mejor entendida al tener como referencia a la Región y no al Departamento.

[4] “Bajamar: reubicación o desalojo” Recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=qHHr6K28X20 y “Desalojo inminente” Recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=Ym3lBGx4hMg.

[5] Este proceso se conoce como cimarronismo. Para el poblamiento de Buenaventura ver a Aprile Jacques y Mosquera Gilma. 2006. “Aldeas de la costa de Buenaventura”. Cali Colombia. Editorial Universidad del Valle. Aprile Jacques. 2002. “Génesis de Buenaventura. Cali, Colombia. Edita Universidad del Pacífico.

[6] Nombre con el que se denominan las actividades en las que los y las habitantes se unen y trabajan para alcanzar un beneficio ya sea para algunos o para toda la comunidad.

[7] Para el Estado, estas personas están asentadas en “zonas de bajamar” que no pueden ser tituladas ya que le pertenecen a la Nación.

[8] “Por el cual se adopta el Plan de Ordenamiento Territorial para el municipio de Buenaventura, Valle del Cauca”. De acuerdo a los resultados de la Revista Escala a través del concurso Convive VII, el riesgo en el que se encuentran las viviendas es mitigable (pág. 20 y 21).

[9] Desde el POT, “La zona del malecón que se integrará a la estructura urbana como un elemento recreativo (pasivo) y paisajístico. Se dotarán de mobiliario y equipamiento urbano, pág. 78.

[10] Mujeres que recogen de los manglares un molusco conocido denominado piangüa que se encuentra en el manglar.

[11] Intervención de la profesora Patricia Noguera en la asignatura “Pensamiento Ambiental” de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo el 27 de septiembre de 2013.

[12] Constitución Política de 1991: Art. 7 El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana y Art. 8 Es obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación.

[13] Consigna de los y las jóvenes en el marco del encuentro “Marcando Territorio” en el mes de diciembre de 2010.

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