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¿Competitividad o cooperación?

Precariedad del empleo en la Plaza de Mercado de Manizales.

 

Desempleo en la Plaza Alfonso López, Manizales.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Por estos días en que la competitividad se nos ha querido meter por entre las venas y se ha impuesto como el valor más sagrado y apetecido de la sociedad capitalista, se ha vuelto común identificar las ciudades o sus territorios por un factor excepcional que las distingue de las demás: “La mejor esquina de América”, dirían los antioqueños; “Eje del conocimiento”, replicarán los manizaleños; “centro estratégico empresarial de los Andes”, argumentarán los bogotanos. En fin, en la actualidad el mundo no se concibe si no somos el epicentro de algo, los líderes de no sé qué, el eje de tal cosa, el mejor, el primero, el más destacado.

Yo siempre me he preguntado porqué no podemos dejar de ser todo eso y dedicarnos a hacer parte de algo; por qué tenemos que diferenciarnos en vez de complementarnos. Qué tan bueno sería dejar de pensar en el fin estratégico para trabajar más en el proceso, en los medios, en crear las condiciones para mejorar nuestra productividad, duramente golpeada por la apertura económica. Con la metodología del pensamiento estratégico, tan ligada al espíritu de la competitividad, en nuestro contexto son pocos los resultados positivos que podemos mostrar, porque quizás, seguimos pensando más con el deseo de otros que con nuestra realidad objetiva monda y lironda, con una visión exógena y no endógena del desarrollo como diría Vázquez Barquero (2005)

Hay muchas preguntas que todavía rondan mi cabeza: ¿Para qué queremos tener “el mejor” aeropuerto internacional en Caldas, si ya hay otros vecinos que están prestando ese mismo servicio a escasos 50 minutos y hacen parte de nuestra Ecoregión?; ¿No hubiese sido más económico continuar mejorando la conectividad terrestre para tener verdaderas autopistas que integren a nuestras tres ciudades principales con el sistema nacional de ciudades?; ¿Qué sentido tiene atravesar la selva chocoana para construir un puerto de aguas profundas con el propósito de conquistar los mercados del pacífico, cuando lo que producimos difícilmente alcanza para venderlo a nuestros vecinos de Venezuela y Ecuador, o EEUU, quién nos compra más por proteger su punta de lanza en Latinoamérica que por necesidad de su economía?.

Las cosas han empeorado para los empresarios regionales por cuenta de “la seguridad democrática” que ha preferido jugársela toda a un mal vecino como EEUU, en lugar de construir la verdadera unidad latinoamericana y del Caribe para interactuar en condiciones de mediano equilibrio con los bloques económicos que se están consolidando en otras latitudes.

En ese lenguaje neoliberal de las cifras y los indicadores, que poco o nada tiene que ver con el humanismo, me han llamado la atención varias noticias que se han difundido con gran entusiasmo en los medios de comunicación locales.

1. Que Manizales es la quinta ciudad más competitiva, después de Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga.
2. Que somos la tercera ciudad en calidad de vida, después de Bogotá y Medellín.
3. Que bajamos del sexto al noveno lugar en desempleo.
4. Que somos la ciudad más segura.

Y si a ello le sumamos que seguimos siendo uno de los países más felices del mundo, de acuerdo a una medición bianual que hace “The New Economics Foundation”, pues es fácil comprender el derroche de optimismo de algunos de nuestros dirigentes locales y departamentales, junto con el trabajo propagandístico al que están dedicados ciertos periodistas deslucidos en sus columnas de opinión.

Pero uno se pregunta de dónde salen esas cifras y qué se proponen con su difusión masiva, porque evidentemente la percepción ciudadana y sobre todo los propios datos oficiales no cuadran mucho con este panorama de pesebre navideño.

Hace ocho años, cuando llegué a esta ciudad a aportar mi granito de arena, pregunté a mis colegas dónde estaban los hombres y mujeres en situación de indigencia, porque no los veía por ninguna parte, mientras que las ciudades capitales del llamado “triángulo de oro” no podían contener la expansión de la miseria en las periferias urbanas. Algunos sostenían que no había y otros, menos optimistas, decían que se los llevaban para Pereira. Una noticia de prensa por esa época parecía confirmar lo último, lo cual generó muchas inquietudes entre la sociedad manizaleña y regional. Lo cierto del caso, es que hoy por hoy, los vemos por doquier en los semáforos, durmiendo debajo de las cornisas de los edificios o deambulando hambrientos por las calles.

Es que mientras el Alcalde Llano se le iluminan sus diminutos ojos diciendo que bajamos del sexto al noveno lugar en desempleo, y la prensa local, más discreta, titula “El desempleo, estático en Manizales”, las cifras del DANE anuncian un aumento en términos reales del 14,5% al 16,2% con respecto al año pasado, equivalente a más de 30 mil personas sin un trabajo formal en una ciudad que no pasa de los 400 mil habitantes. Ni que decir de Pereira con 21,9% de desempleados y Armenia con el 18,2%. En últimas, lo que el Alcalde tiene para destacar es que en el contexto regional a las otras ciudades les está yendo peor. Triste indicador para quien le apostó a las migajas neoliberales de los “call center” como una opción de empleo para jóvenes con baja capacitación laboral, y sin embargo, su puesta en práctica en varios lugares de la ciudad no han logrado disminuir estos índices tan preocupantes. Entre tanto, el sector real de la economía, la industria, continúa en caída libre y apenas alcanza a emplear unos 15 o 20 mil trabajadores.

Es muy probable que para colmar nuestra desesperanza los líderes locales sólo nos propongan esperar el milagro de la reelección de “el mejor” presidente que ha tenido la historia colombiana en su vida republicana, con lo cual el país pueda consolidarse como “la mejor esquina para la invasión norteamericana de América Latina” y a los ciudadanos de a pié sólo nos quede el consuelo de podernos mover libremente por las carreteras, sin que nos pidan visa.

06/12/09

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