Por: Luis Acebedo (Profesor Universidad Nacional de Colombia)
(Publicado en el diario La Patria, el 21 de noviembre de 2015)
www.lapatria.com/columnas/234353/coletazo-electoral
Hoy comienzo una nueva experiencia de comunicación con los habitantes de Manizales. Se trata de esta columna de opinión que saldrá a la luz pública los sábados con periodicidad quincenal. Muchas gracias al Director de La Patria por permitirme abrir esta ventana de interlocución.
Obviamente, no podría comenzar a escribir estas líneas sin unas consideraciones sobre la pasada contienda electoral. Nos sentimos muy agradecidos con los 18.925 votos obtenidos. Hoy podemos afirmar que “Manizales Digna”, el proyecto unitario de las fuerzas democráticas y de izquierda que tuve el honor de representar, se constituyó en la única expresión independiente por fuera de los partidos tradicionales y una alternativa seria al modelo desarrollista e insostenible que ha convertido a la ciudad en mercancía y a los ciudadanos en clientes.
No en vano, decidimos asumir la tarea de convertirnos en veedores de la administración entrante, papel que nuestros electores nos han venido “exigiendo” en su anhelo por lograr que las ideas democráticas y el cambio de modelo de ciudad pensado para la gente pueda consolidarse para las próximas contiendas electorales, desde la inclusión, la participación real, la educación como eje de las transformaciones sociales, el fortalecimiento del tejido productivo local y la preservación de nuestro ecosistema como espacio de vida. Esta tarea implica mantener la independencia política, ejercer control desde el Concejo y las organizaciones sociales y políticas, impulsar proyectos de interés colectivo, orientados a disminuir las brechas sociales hoy en aumento, y hacer oposición cuando las condiciones lo ameriten.
Muchos ciudadanos me preguntan qué lecciones quedaron de esta primera experiencia en el complejo y desigual mundo de la política. Para mi fue una especie de post doctorado de un trimestre en ciencias políticas aplicadas. Pero particularmente quisiera referirme a algunos mitos político-electorales que pudimos derrumbar. Quizás el más importante es el que afirma que en Manizales no hay lugar para la consolidación de propuestas de gobierno alternativo. Casi 19 mil votos conseguidos por nuestro proyecto demuestran fehacientemente que hay sectores de opinión dispuestos a ejercer un voto libre e informado, alejado de las viejas prácticas electoreras que tanto han envilecido la política en el país. Supimos interpretar el descontento creciente de muchos ciudadanos hacia quienes han gobernado en beneficio propio, olvidándose de la responsabilidad de representar los intereses públicos y colectivos.
Se dice también que para hacer política se requiere mucho dinero y por tanto, solo las élites pueden aspirar a gobernar. Esta afirmación se hace especialmente para desestimular al ciudadano del común y a las minorías políticas a presentarse como alternativas de poder. También tiene el propósito de presionar a quienes lo hagan para tranzar anticipadamente su participación por puestos burocráticos, sobre la base de que nunca serán ganadores. “Manizales Digna” demostró que con muy pocos recursos ($33´125.458,85) se puede lograr el apoyo de muchos ciudadanos. Ni las vallas ni los pendones pueden opacar las ideas y los programas de gobierno y mucho menos el deseo de los ciudadanos por elegir bien y ser elegidos.
Con mucha frecuencia se afirma que hay que votar por “el ganador” bajo la falsa premisa del “voto útil”. Esta idea la difunden ampliamente quienes están interesados en que nada cambie. De hecho, el día de las elecciones me abordaron varios ciudadanos para decirme: “Usted es el mejor candidato… pero voté por otro”. Seguramente ese ciudadano “perdió” su voto porque su candidato o candidata tampoco llegó. Esta es otra manera de instaurar imaginarios colectivos que coartan los derechos políticos y promueven prácticas que conducen a aceptar dócilmente la autocensura. Necesitamos formar ciudadanos libres, convencidos de que su voto es decisivo y exprese el respaldo a un proyecto de ciudad y territorio que represente sus sueños.
Hubo un imaginario que no logramos modificar, aquel que sostiene que el voto tiene un precio. Por desgracia ese imaginario se ha vuelto práctica cotidiana y se aceita en cada período electoral. No son pocos los “lagartos” que abordan a los políticos para decirles “le tengo tantos votos, ¿qué hay para mi?”. Esto ya hace parte de la “cultura” política, reemplazando el debate de ideas por un manojo de billetes. El certámen electoral también se convirtió, como la ciudad, en otra mercancía.