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Los premios de Manizales: Mucha espuma, poco contenido.

Por: Luis Fernando Acebedo-Restrepo[1]

¿Que tipo de ciudad queremos? Por lo pronto, una ciudad basada en el automóvil, congestionada y con poca calidad de vida urbana.

En este año 2025 Manizales ha obtenido premios y reconocimientos a granel. Pareciera que ciertos operadores globales estuvieran dirigiendo sus reflectores hacia Manizales para posicionarla como ciudad ejemplar. La pregunta es ¿En qué se quiere destacar Manizales como ciudad ejemplar?

La ONU-Hábitat-Latam le otorgó a Manizales el premio “ciudades para la vida”, un premio otorgado a ciudades intermedias de América Latina por atributos como eficiencia en los servicios públicos, inclusión social y equidad territorial, innovación urbana y gobernanza, resiliencia climática y participación ciudadana. También se destacó como el mejor ecosistema de ciudades intermedias para emprender en Latinoamérica. Lo curioso es que muchas instituciones de Manizales y Caldas hacen parte del Grupo de Ecosistemas Inteligentes de América Latina (GEIAL) que otorga este premio: la gobernación de Caldas, la Alcaldía de Manizales, Manizales Más, la Andi Caldas y algunas universidades, entre otras.

La UNESCO reconoció a Manizales como Ciudad Creativa de la Gastronomía, luego de que se realizara el II Congreso Gastronómico en el Recinto del Pensamiento en octubre pasado. Un esfuerzo de los restaurantes y chefs, con muy poco apoyo institucional.

Y a esto se suman otros reconocimientos de la UNESCO como Ciudad del Aprendizaje (2019), o el ya manoseado Paisaje Cultural Cafetero para toda la región productora de café (2011).

Y podríamos seguir ampliando las medallitas si tomáramos en cuenta los resultados del Índice de Ciudades Modernas (ICM) en donde Manizales se destacó como uno de los municipios con mejor desempeño del país, según el DNP.

Tanta felicidad junta merece un análisis más sosegado, especialmente por quienes creemos que hay mucha espuma, pero poco contenido.

En efecto, la primera aclaración es que estos premios están articulados a dinámicas de organismos internacionales como ONU-Hábitat, BID, BM, OCDE, interesados en convertir a Manizales es una ciudad de interés para el mercado global, bien sea en el sector turismo o en el inmobiliario o en las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs). ONU-Hábitat premia a Manizales por las cualidades que ofrece una ciudad intermedia, pero su verdadero interés es destruir sus principales atributos urbanos y paisajísticos al conducirla hacia un proceso acelerado de oferta inmobiliaria de carácter metropolitano sin un ordenamiento territorial consecuente con el reto más importante que impone el cambio climático en relación con la disponibilidad del agua para las presentes y futuras generaciones.

Son esas mismas instituciones globales las que presionaron la conformación antidemocrática del Área Metropolitana Centro Sur para la habilitación de suelo urbano a gran escala, dividendo el territorio de la cuenca hidrográfica del rio Chinchiná, al dejar por fuera al segundo municipio en importancia de la subregión porque se opuso con argumentos a la pretensión de perder su autonomía, entregándosela a Manizales como ciudad núcleo. Esta estrategia acaba de ser rechazada por las ciudadanías del valle de San Nicolás en el Oriente Antioqueño, quienes sí supieron develar el plan, basados seguramente en la experiencia de la conformación de las áreas metropolitanas recientes en otras partes del país.

La OCDE como superpoder económico global le impuso a Colombia desde el año 2020 la ruta de una política de conformación de la red urbana nacional denominada “Ciudades 4.0” guiados por los intereses del mercado que ven con mucho interés el aumento desaforado del precio de la vivienda entre 2005 y 2020, duplicando su valor real. El BID y el BM están interesados en participar de este lucrativo negocio mediante el endeudamiento de los municipios para proyectos de escala subregional a través de la figura de área metropolitana, la promoción de procesos de desregulación aún mayores para facilitar los negocios inmobiliarios y la recuperación privada de la plusvalía, la penetración de nuevas empresas globales que garanticen la digitalización y el consumo de TICs para beneficiar, entre otros asuntos, la seguridad urbana.

Y claro, el DNP, ese organismo que Gustavo Petro ha criticado múltiples veces porque sigue en manos de la vieja política al servicio del capital global, es quien diseñó el llamado ICM como un “indicador sintético y multidimensional calculado por el Observatorio del Sistema de Ciudades” orientado a garantizar “el crecimiento del país, promoviendo la competitividad regional y nacional”. Los indicadores seleccionados para medir este índice son los mismos que dispuso la OCDE para medir los sistemas de ciudades de América Latina.

La conclusión es sencilla:

Manizales y algunos municipios del área metropolitana se destacan por su servilismo a las directrices de la OCDE. Se promocionan a sí mismos dentro de la estrategia de marketing urbano del mundo empresarial. Los organismos internacionales premian a las ciudades, sobre todo las que ejercen la condición de nodo o núcleo por su compromiso con la flexibilización de sus economías y por facilitarle al capital global los negocios financieros e inmobiliarios.

Hoy trabajan por la aprobación de otra medallita, la de Manizales Distrito Especial Eje del Conocimiento. Ahora se proponen una reforma constitucional del artículo 328 de la Constitución Política para incluir a la capital de Caldas dentro de la categoría de distritos especiales con el fin de alcanzar nuevas formas de financiamiento internacional y de contratación de proyectos. La voracidad inmobiliaria y empresarial no tiene límites.

Quienes habitamos estas tierras, sentimos otras realidades diferentes en los territorios: mayor desigualdad social, menos gobernanza horizontal, nula participación ciudadana, retrocesos ambientales y serios problemas en la seguridad y soberanía alimentaria.

Esto quiere decir que necesitamos un laboratorio territorial democrático que nos permita construir nuestros propios indicadores y proyectos regionales democráticos para contrarrestarlos con los que se definen en los centros de poder para orientar sus inversiones.

[1] Arquitecto, Magister y Doctor en Urbanismo. Profesor Titular de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia (Manizales)

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