Orgullo de todos los manizaleños y ejemplo de calidad de vida para Colombia y el mundo.
Por: Luis Fernando Acebedo R
Las últimas administraciones municipales han interpretado los imaginarios de futuro de los manizaleños a través de proyectos de infraestructura, especialmente viales. Todas estas iniciativas han buscado incrementar la sensación de vértigo bajo el supuesto de una sociedad que está en permanente movimiento y demanda una mayor velocidad en sus interacciones.

Bajo esta lógica, el centro histórico se llena cada vez más de vías y de vehículos, pero pierde paulatinamente su riqueza cultural e histórica; los escasos espacios públicos y las casas deterioradas se convierten en parqueaderos mal diseñados y concebidos. La calle se volvió un excelente negocio, dicen algunos, susceptible de vender o alquilar por metro cuadrado. Entre tanto, los policías vigilan las mercancías privadas pero ignoran la protección al buen uso del espacio público. En época de ferias, todos se sienten con el derecho de apropiarse del espacio público, y en no pocas oportunidades la administración concesiona las aceras a quienes comercian con la venta de licores, convirtiendo la ciudad en una cantina con derecho a música de altos decibeles en cada esquina.
En ferias, dicen, Manizales es una fiesta; los ciudadanos pierden su condición y se convierten en consumidores. Poco a poco el consumo invade la vida cotidiana y expulsa lo público del espacio citadino. Por eso muchos de sus nativos prefieren huir de la ciudad en esas festividades que en vez de dejar cultura agreden la convivencia, atraen la delincuencia y le producen a la ciudad la resaca de una semana de excesos etílicos y maltratos a algunos animales. Todo ello impulsado y patrocinado por quienes deberían ser los adalides de la cultura, la civilidad y el buen vivir.
Yo quiero soñar con otro centro histórico y por supuesto con otra ciudad. Quiero imaginar una ciudad lenta, diseñada para los peatones, porque Manizales se puede recorrer a pie sin ningún problema como lo hacen centenares de estudiantes que no tienen para pagar el transporte público. ¿Si las estadísticas demuestran que la ciudad no crece en población, por qué tiene que expandirse en suelo? Bastaría con elevar la calidad de vida de sus habitantes con trabajos estables y dignos; revitalizar los barrios mejorando la calidad de las viviendas o re-densificando moderadamente en algunos sectores; construir sistemas de espacios públicos que articulen las comunas, recuperen las quebradas y doten a los eco-parques de los equipamientos necesarios para que sean masivamente usados y vividos.
La cuenca del río Chinchiná debería ser el gran proyecto de integración subregional porque es la máxima expresión de la feminidad, proveedora de vida, oxígeno y de numerosas fuentes de agua que alimentan a todos los seres vivos dentro de su ecosistema. Un sistema asociativo pluricéntrico que aproveche complementariamente las ventajas comparativas de cada uno de los municipios que integran la Cuenca, es el mejor escenario para avanzar en equidad y en oportunidades para todos sus habitantes.


Imagino un centro para caminar y circular, un centro para vivir plácidamente, sin la amenaza constante de los vehículos privados, atosigando. Ellos parquearán en las periferias del centro tradicional en edificios que tendrán por función recibirlos amablemente, en condiciones apropiadas. El centro histórico se merece no solo la peatonalización de la carrera 23 como su calle más referencial y emblemática. La retícula ortogonal del centro tradicional de pequeñas manzanas de 60×60 metros aproximadamente, permite pensar en intercalar la peatonalización de algunas de sus calles conforme a algunos usos ya existentes y otros que podrían venir: la calle del tango de tanta recordación; la calle de los cafés al lado de la plaza de Bolívar y más abajo, la calle de las frutas para conectar organizadamente la Plaza de Bolívar con la plaza de Mercado, recuperada como un gran “cluster” de distribución y procesamiento de alimentos, epicentro de la política de seguridad alimentaria del municipio; la calle del teatro para los grupos locales que carecen de salas dignas, pese a tener Festival Internacional de Teatro y un programa de formación para las artes escénicas; la calle de las librerías, porque una ciudad que se precia de ser culta –no necesariamente del conocimiento- las librerías, junto con las bibliotecas, deberían funcionar 24 horas. Pero en Manizales se cierran porque no pueden competir con los bares, los casinos o los centros comerciales.
Sueño con una ciudad que aplique los instrumentos de financiación y gestión del desarrollo urbano para obtener recursos económicos que permitan recuperar y sostener el patrimonio histórico, los espacios públicos de calidad, los colegios y equipamientos. Una ciudad bien planeada y con una política de distribución equitativa de los costos y beneficios en los desarrollos inmobiliarios, es una ciudad con recursos constantes para invertir en la calidad de vida, el ambiente y los espacios públicos.
En fin, un centro para todos, una ciudad también pluricéntrica pensada para hombres y mujeres, pues como bien lo decía un adulto mayor en un foro reciente sobre la carrera 23, los hombres y las mujeres usan de manera diferenciada el centro y la ciudad. Los hombres son más lineales y estacionarios, las mujeres más circulares y móviles. La perspectiva de género en el ordenamiento territorial es ya un imperativo como expresión de la democratización de la sociedad, el multiculturalismo y el reconocimiento de la diversidad.
Ese plácido sueño, algún día, sustituirá las pesadillas que hoy me atormentan ante la insensatez de los gobernantes y sus ferias inmobiliarias.
Sensacional, asi me imagino tambien a Manizales, ya estamos tarde en peatonalizar la 23, deberia esta administracion tomar esa decision antes de acabar el mandato, Obviamente haciendo cumplir las normas de espacio publico.
Totalmente de acuerdo, creo que es un sueño que se comparte con una parte de habitantes manizaleños que no están infectados por la idea de ser ganadores de todo lo que por derecho le corresponde a lo que hace de este espacio en la tierra un "ciudad", sus habitantes.