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El Paisaje Cultural Cafetero

Por: Gonzalo Duque Escobar

Al cumplirse un año de la decisión de la Unesco, veamos los retos para que las transformaciones pasadas y futuras restauraciones del Paisaje Cultural Cafetero, proporcionen un medio ecológicamente sólido compatible con nuestra cultura, dado que su declaratoria como Patrimonio de la Humanidad nos obliga a implementar acciones institucionales concertadas con visión de futuro, para mitigar las amenazas naturales y antrópicas que ponen en riesgo ese frágil sistema cultural de la ecorregión cafetera colombiana, como herencia propia del pasado con la que nuestra comunidad vive pero que debe preservarse para las generaciones futuras.

Una visión retrospectiva del escenario permite advertir, entre otras, las siguientes dinámicas en el Eje Cafetero: Uno, que los poblados cafeteros se han rur-urbanizado y las capitales cafeteras, conurbado, en un escenario donde urge consolidar áreas metropolitanas y deben complementarse sus economías. Dos, que a partir de los años 70, al igual que la preciosa arquitectura vernácula del bahareque, la economía de las poblaciones cafeteras ha palidecido no solo por el deterioro de los términos de intercambio, sino por las consecuencias demográficas y ambientales de la Revolución Verde, asunto que obliga a una reconversión estructural del modelo productivo. Tres, que ha surgido la amenaza del calentamiento global con sus crecientes consecuencias hidrogeológicas asociadas a eventos climáticos extremos, en medio de unas cuencas deforestadas y de las frágiles laderas tropicales andinas, lugares que reclaman acciones de adaptación al cambio climático y soluciones de fondo a los conflictos de uso del suelo.

En la ponencia «Institucionalidad en el PCC» que presenté en el Taller Internacional: Estudios del Paisaje, con motivo de la citada conmemoración sugería que al decidir sobre las transformaciones socioambientales a implementar para prevenir la desestructuración de nuestro territorio y evitar la fragmentación de sus ecosistemas, resultaba imperativo darle el carácter de sujeto al emprender su planificación y ordenamiento, partiendo de una reconstrucción del tejido social de las comunidades que lo habitan bajo el presupuesto de que aquél, antes que un espacio de transformaciones, es una construcción social e histórica derivada de relaciones dialécticas entre el medio natural y las colectividades humanas, proceso que emplaza igualmente a la sociedad civil como al Estado. En consecuencia, vale repensar la extensión de PCC al sur-occidente de Antioquia, hasta los poblados fundados a lo largo de la ruta de la Colonización Antioqueña.

Lo anterior no es un asunto de menor cuantía en el contexto colombiano, y menos tratándose de una sociedad afectada por la crisis de valores que degrada al Estado, la Familia, la Justicia y la Iglesia, y afligida por la pobreza e inequidad que se agudizan en las comunidades de los medios rurales. La viabilidad de intervención ciudadana en la operación misma del sistema de derechos individuales, políticos y sociales desde la sociedad civil, entendida como institución mediadora entre los individuos y el Estado, supone esa organización que se conforma por personas cívicas y libres, y por lo tanto por ciudadanos formados en valores de la cultura urbana, que al haber resuelto sus necesidades básicas puede actuar con autonomía económica y libertad de conciencia.

Sabemos: que una agroindustria cafetera intensiva en productos de base química, al emplear pesticidas, herbicidas y fungicidas y arrasar el sombrío, atenta contra el ecosistema; que en el caso de los productores rurales, tan solo cuatro años de escolaridad media, sumados a la grave problemática del transporte rural y a la ausencia de políticas e instrumentos institucionales, no hacen viable elevar la reducida productividad rural; que debemos generar capital social, multiplicar las oportunidades de desarrollo para el campo y recuperar la estructura natural y simbólica de la caficultura tradicional; y que urge resolver la brecha que explica los bajos ingresos rurales y la concentración del PIB regional en las capitales del Eje Cafetero, como consecuencia de la falta de políticas de ciencia y tecnología imbricadas en la cultura, como medidas necesarias para incorporar al agro el conocimiento como factor de producción, al lado de la tierra, del trabajo y del capital.

Así las cosas, el desafío que emplaza a nuestras instituciones a emprender políticas públicas y sectoriales de cara a esta compleja problemática socio-ambiental, con el objeto de que las comunidades rurales le incorporen valor agregado a su oferta de bienes culturales y servicios ambientales, debe partir de la Federación Nacional de Cafeteros y acompañarse del Estado, para que la benemérita organización creada en 1927 por nuestros productores se decida por un modelo de producción limpia, amigable con el medio ambiente, en el que los Comités de Cafeteros soporten las cadenas productivas de esa oferta rural diversificada, como estrategia necesaria para un verdadero desarrollo, comparable al que se implementó por el gremio de la rubiácea a lo largo de medio siglo, cuando se abrieron los caminos rurales para electrificar el campo y dotarlo de acueductos, escuelas y puestos de salud.

Tomado de periódico La Patria, Lunes, Agosto 6, 2012. http://www.lapatria.com/columnas/el-paisaje-cultural-cafetero

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